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Sabor a mí

A veces me acusan de haber hecho cochinadas.

Pig sculpture at Isle of Wight (Wikimedia Commons)Yo les llamo torpezas; respeto mucho al sabroso animal que me permite saborear la cochinita pibil en el mercado de Itzimná, las gorditas de chicharrón en Mixcoac o las carnitas estilo Michoacán en el mismísimo Quiroga.

Me llaman la atención quienes creen que la podredumbre mental se puede justificar con un monumento.

Yo creo que es mejor hacerse cargo de las propias marranadas sin sacarlas a pasear.

Por eso a veces, cuando tengo razón, me aplaudo a mí mismo.

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Navegante II

Los sueños, a pesar de su personal indemostrabilidad y metamórfica condición, pueden a veces ser transmitidos sin pérdida.

floating, by PiccoloNamek (Wikimedia Commons)Un viva, pues, para ese contagio motivador que anima a recorrer un territorio ajeno pero compartido, familiar pero ignoto, a veces intranquilo pero siempre grato.

Porque cerrar los ojos no siempre significa dejar de mirar.

Porque lo mismo que me hace descansar me da motivos para emprender actividades a veces rutinarias con nuevos bríos.

Un sueño es una aventura que puede ser conocida, pero que admite siempre una versión distinta.

Por eso, indudablemente, cada vez que sueño obtengo un boleto personal para el gozo.

Con -apenas- un atisbo del incógnito sabor que se avecina.

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Navegante

photo by Benjamin Gimmel (Wikimedia Commons)A veces los sueños me atrapan a media jornada. Cualquier incidente, cualquier objeto, puede ser la pista de despegue.

Entonces, cada parpadeo no es una respuesta natural a la irritación de los ojos: es una oportunidad para insertarme en el firmamento.

El anonimato me sirve para camuflajear la personalidad de espacionauta. Camino inadvertido mientras por dentro sonrío y emprendo el vuelo.

Los demás no entienden. Para ellos soy un pasajero de la vida como cualquier otro.

No se dan cuenta de que, aunque mi raíz sea la tierra, mi elemento -mi hogar, mi reino- es el cielo.

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Nocturno

Tuve una visión de los muebles de una habitación extrañamente mía. No había mullidos sillones, reclinables o no, ni gigantescos sofás que invitaran a hundirse en ellos… cosa nada difícil, dado mi volumen. Más bien dos cojines, presididos por una solemne colchoneta, un tosco cenicero y una planta que no reconocí. Un juego de bocinas y un aparato musical minimalista haciendo equilibrios sobre una mesita plegable. Un poster enmarcado de “Casablanca” o “Lo que el viento se llevó” (¿qué habrá pasado con Chagall, Van Gogh, Miró, Orozco, Herrán, ¡Picasso!?). Y punto.

ìmtura de Lucas Suppin (Wikimedia Commons)Los colores variados, rabiosos, eclécticos y absurdos, al estilo Bauhaus: piso amarillo, cielo (raso) azul, y las paredes de verde, con indiscretos toques de rojo. Ideal para que aparezcan el espantapájaros y el hombre de hojalata zapateando tras un pequinés impertinente.

Tras la pared, tres o cuatro libreros de armar con el Quijote, Tolkien, C.S. Lewis, Montecristo, la Canción de Navidad, Borges, El Hombre que fue Jueves, Don Camilo y una manida copia de la Divina Comedia; en ellos y con ellos busco sabiduría.

Si persigo una sonrisa, leo a Louise May Alcott, o a Jardiel Poncela. Para una seriedad con pátina de burla y de nostalgia, Los Pasos de López, o El Maestro de Esgrima. Abandoné al Marqués de Sade por el Marqués de Piloncillo (mayordomo del castillo). Me dejo seducir por el biógrafo de Zaratustra, pero siempre regreso al verbo ágil y flexible de la mayéutica.

A punto de sufrir una metamorfosis como la de Gregorio Samsa, pero región cuatro, miré la pared pensando qué gusto esparcir jirones de uno mismo, crear el entorno adecuado para que germine, entre cuatro paredes, eso que llamamos “vida hogareña”.

Me asomé al espejo, desportillado en una esquina, torciendo el bigote que disfraza de seriedad mis carcajadas, y aventuré la mirada por la ventana para guiñarle un ojo al siempre fiel Troncomóvil; alcé los brazos para tocar el cielo (raso) azul. Lo logré, pero no pude asirlo. Cerré las manos con un rastro de pintura fresca y de sonrisa, mágico elixir contra el despotismo iletrado, las llaves que gotean, las cuentas que se vencen, los encuentros que se aplazan….

Y en ese momento, desperté.

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Corriente

Palabrería cotidiana

A veces olvido pagar la cuenta de la normalidad. Pero la vida, que sí tiene buena memoria, pasa la factura.

Pago el pesero con un billete de Colombia que me regaló un amigo. Y el chofer, después de ver mi cara distraída, nomás me dice: no tanto, joven.

deletrear (Wikimedia Commons)Tropiezo al ingresar al Metro. Mi altura y volumen sacan del sopor a los demás pasajeros. No pasó nada, pero me pregunto por enésima vez si los dedos meñiques de los pies sirven para algo más que para aplastarse contra los obstáculos. Reprimo una exclamación, y los otros sonríen a medias: a esa hora, cualquier cosa que no sea el estridor de un merolico es distracción bienvenida.

Llego a mi curso justo a tiempo para aspirar el fresco aroma a Pinol del pasillo recién trapeado. Ni un alma todavía. Resbalón, dedazo en el escalón y nueva danza de los antepasados.

La luz fosforescente me hace entrecerrar un poco más los ojos. Saco el cuaderno y, entonces sí, una sonrisa despunta entre mis labios.

Así, a veces, se manifiesta la cotidiana magia de escribir.

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Corriente Marranadas

I´m the man.

Güey.

Ya lo sabía...

Ya lo sabía.

Me llaman.

Me dicen.

Pero no lenón. Más bien chipocludo.

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Fotos Happy-Happy Joy-Joy

Estuve ahí.

EL momento

El techo de la carpa blanca con candelabros soltaba tremendos gotones de condensación.
Un grupo de exóticas bailaba encima de los pedestales a modo, colocados por la marca de refresco con vitaminas que ayudó a hacer posible ese sueño.
Yo me volteaba a ver las manos, para asegurarme que no estaba soñando. Y mejor; que nunca lo iba a olvidar.

David Morales en los controles.

Alegría incontrolable.

Desbocada. Sudorosa. Salada,
de mar
de gente. Recuerdo el dolor de mejillas al amanecer.
Playa Tres Vidas. Te amo.

Esa es la foto del que tengo catalogado como “uno de los mejores días -bueno, madrugadas- de mi vida”. La sesión en la “carpa house” de David Morales en el Aca Fest 2000.
Así como cuando Martín Santomé tenía entre sus brazos a Avellaneda y se dio cuenta que era feliz y que “eso” jamás se repetiría -¡uta! qué amargado- que de ahí más bien era todo cuesta abajo, “hasta alcanzar el siguiente pico”… creí que el instante no se repetiría.

Pero nada más para demostrar que dios sí existe, y que Santomé y todos los amarguéitors del mundo están equivocados, porque la felicidad -así como el orgasmo, el éxito y otras mamarrchadas- es de quien la trabaja…

Ahí estuve.

Domingo 18 de mayo paraje sepadiosdelachingada ahí por Toluca: Underworld en vivo.
No puedo decir mucho.
Sólo que volví a llorar como un niño, que brinqué hasta que sentí mis coronarias explotar, que me ilusioné, que me gustó a rabiar. Que fui un trapo en sus manos y que grité como las quinceañeras gritaron con Menudo en el Azteca.

Que sentí deseos de encuerarme aun con la lluvia, el frío, y la mota de ahí junto.
Que deveras todo desapareció a mi alrededor como en un sueño de amor.
Que abracé al mundo y todo su contenido.
Que me hinché como sapo cuando supe que había estado ahí.

Yo creo que fue la disposición después de ver a Moby.
Verle la jeta “tan cerquitas”. Sentir su furia y desesperación.

Antes y después.
Claro que no se puede vivir así como una moto todos los días. Pero esas cosas dejan un sabor en el alma que dura meses y meses; y años.
Y sigue ahí cuando se le necesita.

Fán, fán, FÁN PUTA MADRE. Bueno, después le sigo.
Lo más chido es que el Castor llevó su cámara HD y no perdió detalle del gig.
Vamos a sacar una edición conmemorativa del magno evento.
Cuando esté, les platico.

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Borrones Corriente

De la serie ¿qué es un blog?

Una plática de borrachos onlain.

¿Cuántas veces no ha pasado que en medio de una discusión echas mano de alguna cosa “que leíste en un blog”?

Lo más chido es cuando te descubres repitiendo alguna idea pescada en la sección de comentarios de una entrada. Chinche tele-infectada auto-provocada.

Mejor voy a inciar un chismógrafo.

¡qué buena fiesta jolines!

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Corriente Marranadas

Y la cochinada siiigue

Pinta bien la semana para el que no ahorcan en lunes.

Ni en martes.
De cualquier forma, hoy haciendo el recorrido matinal de noticias, chismes, cochinadas y hasta trabajo, encontré algo que creo que nos ayudará a subir el caché de este bonito espacio dedicado a la chabacanería, la guasa y la marranada fácil.

Sin tanta palabra: Aitá.

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Explicaciones Fotos Happy-Happy

=O

Noche muy noche, se detiene un auto. Se baja la ventanilla y me dicen:

– ¡Oiga!…
Si, usté. Ire, esque tengo una perrita, así esnáuser como ese que trae ahí.
– ¿…?
– …sesque nadie la puede cuidar. Y como yo trabajo…

Estupor.

– ¿No la quiere?

Largos segundos para contestar.

– mmm… ¡sí!, ¿porqué no?
– Órale. Pues déme su teléfono y le hablo mañana temprano pa ponernos de acuerdo.
– ¡Ajá!, si… Seguro.

Aquí viene una elipsis como de reloj, desa que usan en la saga “de las galaxias”.
Viernes por la mañana. Camiseta usada, pantalón de “camuflash”, chanclas naranja escándalo.

“riiiiiing… Riiiiiiiiing”
– ¿Si diga?
– Oiga, habla el de la perrita ¿dónde vive?
– aaa, pos aquí en calle desta con paseo del dese.
– Sesque ya voy de salida. Le llevo a la perrita.
– Nos vemos en la puerta.

Ni bai dijimos.
Salí y ya estaba ahí el mismo tipo, en el mismo coche, pero ahora con una bolsa de plástico, un carné y un cachorro.
Sin mediar saludo me dijo:

– Aquístá el alimentito, su carné de vacunación y la perrita. Se llama Hanna.
– Gracias. La vamos a querer mucho.
– Si, se ve. Adiós Hanna.

¡slam! Vrrooommm. Desapareció.

Esto que escribo sucedió el pasado jueves.
En algo así como 2 minutos efectivos de diálogo, mi familia creció. Ya no sé si fue un 25% o un 20%, el chiste es que así a la de sin susto, aceptamos un cachorro que en la vida habíamos visto, sin saber si no tenía pulgas, si no estaba infectado con algún virus mortal o si no era un paquetito de mariguana con patas; desos que incriminan hasta al más puesto.

Y ahora, después de que pasaron ya al menos dos días, reflexiono:

O soy de plano muy ingenuo, o deveras existe eso llamado “buena fe”.
Eso cuando las palabras significan lo que deveras significan sin “aaa sesque yo creía… Sesque ¿a poco creístes que era tan fácil?”

Bueno, no se qué pensar todavía, pero de ahora en adelante, la frialdad de los números hablará por mí:

“déme una bolsa de alimento pa medianito y una pa cachorro”.

Uf.

Perrita de Troya

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